lunes, 17 de marzo de 2008

Cielo Gris (Cap.5)




CIELO GRIS (Capítulo 5)

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Marina escuchaba y abría la boca, llena de asombro, intentando imaginar aquellos paisajes. Despertaba en ella la curiosidad y no dejaba de preguntarme cómo eran las cosas, de qué color, cómo eran de grandes ... era feliz con mis respuestas.

Su alegría me desarmó y no pude contener unas lágrimas, al ver reflejada en sus ojos, la misma emoción que sentí cuando mi padre, de pequeña, me llevó a lo alto de la colina a la salida del pueblo, y mirando al valle que se extendía enfrente, me dijo:

Al atardecer, mira al horizonte
cierra los ojos y respira profundo,
oirás cómo tu alma
se sincroniza al todo-universo.

Sentirás la enorme paz de la armonía con la Naturaleza
y en ese instante, en tus mejillas
sus caricias, en forma de una suave y fresca brisa.

Entonces tu espontánea sonrisa devolverá a este Mundo
del que formas parte atómica e indispensable,
el agradecimiento de Su existencia y por ende,
de la tuya.




Aquí termina este pequeño relato, Cielo Gris. Quizás por las limitaciones de extensión que imponía el concurso al que lo presenté no escribí todo lo que hubiera querido. Tal vez el desarrollo de la idea no acabe aquí, de momento, pues, punto y aparte.

miércoles, 5 de marzo de 2008

Cielo Gris (Cap.4)

Invernadero

CIELO GRIS (Capítulo 4)

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Habían pasado veintitres años desde entonces. En 2031 y pese a todo, continuábamos viviendo en este cansado Planeta, convertido en una brillante esfera blanquecina no exenta de su hermosura cósmica, vista desde el espacio. Y aquí me encontraba yo delante de la pantalla holográfica de mi ordenador, llena de gráficos 3D parpadeando y simulando un proceso biosintético. Mientras esperaba los resultados, miraba con desgana junto a Marina el perpetuo cielo gris a través de los cristales de captación osmótica que cubrían nuestro invernadero de cuarta generación.

Sumida en la nostalgia de aquellos recuerdos recuperados inesperadamente por el descubrimiento de mi hija, reaccioné al cuarto tirón de falda:

- Mamá.. mamá, ¡¡mamá!! ¿Qué piensas?
- Ven Marina, ven aquí, te voy a contar una historia, un cuento...:

Hace mucho, muuucho tiempo, el Cielo era de color azul. Un azul tan brillante e intenso que hasta los mares querían parecerse a él. En ese cielo vivían las nubes blancas que volaban de un lado a otro, y formaban objetos graciosos como ovejitas o caras de señores que sonreían así...

Le hice la mueca más grande que pude con mi boca sacando la lengua. Ella soltó una carcajada.

- Cuando las nubes se enfadaban se volvían grises, como ésas que ves ahora siempre ahí arriba, pero el agua que nos arrojaban era fresca y buena. Y el enfado se les pasaba porque llegaba el “arco iris” , con todos los colores de la luz, y les abría la puerta para volver al mar.
El aire era tan puro y fresco que las plantitas podían salir de los invernaderos de cristal de nuestras casas y acampar en las montañas, y así, las cubrían de color verde. A veces, si las montañas eran muy, muy altas hacía frío, mucho, y entonces se tornaban de arena blanca que se llama nieve, como la del crio-congelador. ¿Recuerdas?, pero así toda una montaña, y sin tener que enchufarla!!!
Y esa nieve en primavera, se convertía en agua que abría el grifo de los ríos, bajaban a los campos por donde querían, no por las tuberías de acero que viste aquel día que salimos a las afueras de la ciudad.
Durante la primavera los campos se cubrían de flores como las de la cámara de polinización. ¿Ves esas dos pequeñas margaritas?

- Sí, sí, parecen dos niñas con un gorro blanco, ¡ji,ji!

- Pues imagína campos llenos de miles y miles de niñas con gorritos más grandes que esos, de colores diferentes, blancos, amarillos, rojos, violeta. Y todas ellas sonriendo y regalando dulces de néctar a las mariposas y las abejas que vuelan susurrando de flor en flor....

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